¿Te cuesta adaptarte a los cambios? Así es como la rigidez emocional afecta a muchas mujeres
- Beauty Value
- 25 jul
- 2 Min. de lectura
Cuando escuchamos la palabra flexibilidad, solemos pensar en cuerpos que se doblan con facilidad o materiales que se adaptan sin romperse, pero ¿qué pasa con nuestra flexibilidad emocional?
A muchas mujeres nos cuesta adaptarnos cuando cambian los planes, cuando algo se termina o cuando alguien nos dice que no. Nos cuesta no porque seamos débiles, sino porque llevamos años —a veces generaciones— aprendiendo a controlarnos, a complacer y a postergar nuestros propios deseos.
Desde niñas, muchas fuimos educadas bajo mandatos como “no hagas esto”, “no digas aquello”, “sé buena”. Poco a poco, fuimos llenándonos de capas protectoras: creencias, miedos, deberes, expectativas. En este post, las llamamos abrigos emocionales.
Y como le pasa a la chica de los mil abrigos, llega un momento en que tanto peso encima no te deja moverte con libertad. Te cuesta decidir, ceder, pensar diferente, entender que los demás también tienen derecho a elegir distinto. Esa es la inflexibilidad emocional: una manera rígida de relacionarte contigo, con los otros y con el mundo.
Pero hay una alternativa. Imagina empezar a quitarte esos abrigos, uno a uno. Dejar atrás lo que no es tuyo, lo que ya no necesitas. Sentir que puedes respirar más libremente, sentarte con comodidad, moverte sin culpa.
Soltar la rigidez no significa vivir sin estructura, sino permitirte abrir nuevas posibilidades. Entender que si te cancelan un plan, si algo termina, o si alguien piensa diferente, eso también es parte de la vida... y que tú puedes adaptarte sin perderte.
¿Y si te dieras el permiso de moverte con más ligereza emocional?
Tal vez sea momento de preguntarte: ¿cuáles abrigos ya no me pertenecen?
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