Empezar con antidepresivos: lo que nadie te dice y necesitas escuchar
- Monyerla Freintas

- 10 jul.
- 3 Min. de lectura
Comenzar un tratamiento con antidepresivos puede remover muchas emociones: dudas, miedo, culpa, incluso vergüenza. A veces nos preguntamos si de verdad lo necesitamos, si eso significa que no pudimos solas (os) o que hay algo roto en nosotras (os), pero la verdad es otra: decidir empezar un tratamiento es un acto de cuidado, de coraje. Estás dando un paso para sentirte mejor y eso ya habla muy bien de ti.
Lo que sentimos al empezar... y por qué es válido
Es totalmente comprensible que tengas sentimientos encontrados. Tal vez te preguntes: “¿Y si me cambia la personalidad?”, “¿y si me engancho para siempre?”, “¿y si no me ayuda en nada?”. Estas preguntas no son señales de debilidad; son señales de que te importa tu bienestar. Es normal tener miedo cuando uno empieza algo nuevo, sobre todo si se trata de la salud mental.
Lo importante es saber que los antidepresivos no te quitan lo que te hace ser tú. No borran tus emociones, ni tu esencia, ni tu forma de pensar. Lo que hacen, cuando funcionan bien, es bajar un poco el volumen del dolor, del cansancio y del desánimo para que puedas respirar mejor, pensar con más claridad y tomar decisiones que antes parecían imposibles. No te cambian: te ayudan a estabilizarte.
Efectos secundarios: lo que puede pasar y cómo manejarlo
Como cualquier medicamento, los antidepresivos pueden provocar efectos secundarios, sobre todo en las primeras semanas. Es útil saber qué molestias pueden aparecer y cuáles son normales, para no asustarte innecesariamente. Algunos síntomas comunes (que suelen pasar con el tiempo):
Náuseas
Dolor de cabeza
Mareo o sueño durante el día
Insomnio o sueños más intensos
Menos apetito o deseo sexual
Un poco más de ansiedad al principio
Aunque estos síntomas pueden ser molestos, en la mayoría de los casos son temporales. Tu cuerpo necesita tiempo para adaptarse. Mientras tanto, puedes ayudarte anotando lo que sientes, descansando cuando lo necesites y, sobre todo, manteniendo el diálogo con tu médico y psicoterapeuta. No estás sola (o) en esto.
Cuándo pedir ayuda sin esperar
Hay señales que no debemos ignorar. Si notas alguno de estos síntomas, es importante que hables con tu médico cuanto antes:
Dolor de pecho o palpitaciones muy fuertes
Pensamientos suicidas que antes no estaban
Confusión, desorientación o dificultad para pensar con claridad
Fiebre, temblores, rigidez muscular
Alergias (como urticaria, picazón o dificultad para respirar)
No se trata de alarmarse, sino de cuidarse. Tu cuerpo te avisa cuando algo no va bien, y es fundamental escucharlo. El tratamiento debe ayudarte a sentirte mejor, no peor. Y si no es el adecuado, siempre hay opciones. A veces es solo cuestión de ajustar la dosis o cambiar de medicamento.
Pequeños consejos para un proceso más amable
No lo atravieses en silencio. Habla con alguien de confianza sobre lo que estás viviendo. Compartir alivia y la psicoterapia en este momento puede ser tu aliada.
Lleva un registro de tus síntomas. Es más fácil notar mejoras (o dificultades) cuando las vemos por escrito.
No tomes decisiones bruscas. Si quieres dejar el medicamento, hazlo siempre acompañado por tu profesional de salud.
Recuerda que no es para siempre. Muchos tratamientos son temporales y se revisan con el tiempo.
Cuidarte también puede incluir medicarte
Tomar un antidepresivo no significa rendirse. Es como usar un bastón si te duele una pierna: no lo usas porque eres débil, sino porque estás sanando y necesitas apoyo. Y pedir ese apoyo es profundamente valiente.
Si estás empezando este camino, ten paciencia contigo. No te juzgues. Confía en que, paso a paso, vas a sentirte mejor. Y si aún estás decidiendo si es lo que necesitas, hazlo con la información correcta, sin miedo, escuchando tu cuerpo y tu corazón. Estás haciendo lo mejor que puedes, y eso ya es mucho.




Comentarios