Hoy quiero compartir contigo una parte muy personal de mi vida, algo con lo que muchas mujeres lidiamos: mi relación con la comida.
Durante muchos años, mi vínculo con la comida NO era saludable. Comía para calmar mi ansiedad, mi tristeza o, incluso, mi aburrimiento. Básicamente, cualquier emoción incómoda la intentaba apaciguar con comida.
Cuando era joven hacía mucho ejercicio y eso compensaba en cierta medida mis hábitos alimenticios. Practicaba ballet, jazz, voleibol, baloncesto, zumba y flamenco. Estas actividades me mantenían activa y en forma. Con el tiempo, dejé todo eso y comencé a engordar. El ejercicio desapareció de mi rutina y la comida se convirtió en mi principal refugio emocional.
El cambio de paradigma
Con los años y mucho trabajo personal (la terapia incluida), empecé a darme cuenta de que necesitaba cuidar no solo la cantidad de comida que consumía, sino, también, su calidad.
Fue un cambio de paradigma para mí.
La comida dejó de ser un simple consuelo emocional y comenzó a ser vista como un combustible para mi cuerpo y mi mente.
Aprender a manejar mis emociones sin recurrir a la comida no fue fácil: fue un proceso
largo que requirió mucha introspección y autocompasión, pero, poco a poco, fui mejorando. Empecé a identificar mis emociones y a buscar otras formas de manejarlas. Así, la meditación, la escritura, la música, la naturaleza, hablar con amigos/as e ir a terapia se convirtieron en mis nuevos aliados.
Hoy en día, mi vínculo con la comida ha mejorado mucho. Ya no la uso, en general, para
drenar mis emociones. He aprendido a disfrutarla por lo que es: una fuente de nutrición y placer, no una solución para mis problemas emocionales (para eso he buscado otras soluciones).
En este proceso fueron de mucho apoyo mi terapia, nutricionistas, libros, artículos, podcasts y probar. Es muy importante que lo lleves todo a la práctica y compruebes qué te funciona a ti.
Quiero aclarar que lo que me motivó a este cambio no fue mi cuerpo, ¡fue mi salud física y emocional! De hecho, a veces me descubro comiendo chocolate en la tarde, pero ahora lo veo como una señal de que algo emocional ocurre y no lo estoy sabiendo manejar
El regreso al ejercicio
Decidí reincorporar el ejercicio a mi vida, pero esta vez con un enfoque diferente: ya no se trataba de compensar por comer de más, sino de cuidar de mi cuerpo y de mi mente. Había tenido varios intentos de volver a hacer ejercicio, pero no perseveraba en el tiempo. Hasta que un día (a los 40 años) empecé a temer a la vejez y, por ende, a preocuparme por estar lista y entrar a ella con buen pie. Tenía que prepararme mentalmente, pero también mi cuerpo.
Dirás: «Pero te faltan varios años», ¡al cuerpo hay que prepararlo con tiempo!
Eso me dio una motivación. Ya no hacía ejercicio para rebajar o porque lo decía la nutricionista o el médico. Iba por decisión propia, yo le vi los beneficios personales, que responden a una necesidad mía: miedo a no ser funcional en mi vejez.
Fue así como empecé a hacer ejercicio uno o dos días a la semana. Fui aumentando poco a poco. Hoy hago ejercicio cuatro o cinco días y no me imagino mi rutina sin ese momento del día, porque:
● Me da energía
● Ha mejorado mis dolores de espalda
● Ha mejorado mis exámenes de laboratorio en general
● Me ayuda a drenar el estrés y la ansiedad
● Mejora mi imagen corporal y la relación con mi cuerpo
● Me mantiene más conectada con mis necesidades
Consejos para mejorar tu relación con la comida
Si tú también te encuentras luchando con tu relación con la comida, quiero compartir
algunos consejos que me han ayudado en mi camino:
Reconoce tus emociones. Aprende a identificar cuándo estás comiendo por
hambre física y cuándo lo haces por hambre emocional. Aceptar tus emociones es el
primer paso para manejarlas de forma saludable.
Busca alternativas. Encuentra otras formas de lidiar con tus emociones. Hablar con
un amigo, practicar un hobby, meditar, hacer ejercicio, ir a terapia.
Cuida la calidad de tu alimentación. Opta por alimentos nutritivos que realmente
beneficien a tu cuerpo. Recuerda: la comida es tu combustible.
Haz ejercicio regularmente. No solo te ayudará a mantenerte en forma, sino que
también es una excelente manera de liberar estrés y mejorar tu estado de ánimo.
Sé paciente y compasiva contigo misma. Cambiar hábitos no es fácil y lleva
tiempo. Celebra tus pequeños logros y no te castigues por los deslices.
Mi camino hacia una relación saludable con la comida ha sido largo y créeme que continúa, ¡pero ha valido la pena! Si yo pude hacerlo, tú también puedes, así que te animo a cuidar de ti misma.
RECUERDA: los avances se logran poco a poco. Los cambios duraderos son de pensamiento, y esos son lentos. ¡No esperes un resultado maravilloso en un mes!
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