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¿Cuál es el origen de nuestras respuestas automáticas a los demás?



Al escuchar herida emocional, ¿en qué piensas?, ¿qué imagen se te viene a la cabeza?


Recuerdo que la primera vez que la escuché pensé: “Eso no va conmigo. Yo tengo una vida normal”. Asumía que esas “heridas” solo venían de traumas terribles como una violación, un secuestro, venir de una guerra, maltrato físico diario, etc.


Y como ninguno de esos era mi caso... ¡Yo no podía tener una herida emocional!


¡Qué equivocada estaba! Todos tenemos heridas emocionales, y yo no soy la excepción de la regla. Así que, ¡sorry, querida, de esta tampoco te salvas!


Una herida emocional es una experiencia que para ti fue traumática y te dejó un aprendizaje poco agradable.


Yo comprendo mejor cuando visualizo en mi cabeza los conceptos. La imagen que me hice de una herida emocional es una cicatriz en el cerebro. Es como si mi cerebro tuviera una huella que lo hace único, diferente a todos los demás.


Cada experiencia vivida (agradable, desagradable, importante o no) va formando pequeños “surcos” en tu cerebro, pequeñas líneas invisibles que van estableciendo un patrón único de conexiones neuronales. Y como cada persona vive experiencias diferentes, eso garantiza que ningún cerebro será exactamente igual a otro.


Hay una parte del cerebro donde se almacenan los aprendizajes de las experiencias, formando así las ideas o creencias sobre las cuales se basa nuestra manera de pensar, sentir y actuar.


Como uno de los principios del cerebro es el de ahorro de energía, cuando hay algo ya resuelto, repito esa misma respuesta sin tener que volver a pensar. Así se forman las respuestas automáticas basadas en esas creencias que mantenemos sin ser conscientes de ello.


Ahora, ¿cómo entran las heridas emocionales en toda esta historia?


Algunas de esas creencias se basan en tus heridas emocionales. Es decir, de una experiencia emocionalmente difícil para ti, tu cerebro de niña mantuvo un aprendizaje incómodo y, sin cuestionarlo, entró a tu línea de creencia o pensamientos.


Esto permitirá que, de manera automática, se utilice esa información en tu proceso de percepción y análisis de nuevos estímulos, generando respuestas automáticas a ellos.


El problema es que muchas de estas respuestas no son funcionales.


Por ejemplo:


Tus padres peleaban mucho. Tu padre gritaba y tu madre se sentaba en la cama a llorar. Tu mente infantil entendía que tu papá era un agresor y una posible respuesta ante la agresión es sentarte a llorar. Esta respuesta la tomas como herramienta válida. Como adulta, cada vez que alguien grita, tu respuesta automática es encerrarte en ti misma y llorar. Es una herramienta que aprendiste de pequeña, que veías que tu mamá la aplicaba, ¿por qué no sería una buena opción?


El problema es que en muchos contextos eso no es funcional. Las respuestas automáticas son instintivas. Al no permitirnos pensar, no adaptamos la respuesta a cada contexto.


¿Esto tiene solución o me quedaré para siempre encerrada en ese bucle de repeticiones? ¡Siempre hay una solución!

  • Concientiza estos eventos complicados y el aprendizaje que tuviste de niña.

  • Cuestiona al revivir esa escena, pero ahora con la mirada (herramientas cognitivas y emocionales) de una adulta. Lo que se conoce como resignificar.


Es un trabajo de constancia más que de fuerza.

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