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¿De dónde vienen las fases del duelo que conocemos?



Por Eva Herbert.


Muchas personas conocen las cinco fases del duelo, pero no necesariamente de dónde provienen.


Elisabeth Kübler-Ross, una psiquiatra suizo-americana, se dedicaba a trabajar con pacientes hospitalizados por enfermedades terminales y, como consecuencia de su experiencia al atenderles, se empezó a dar cuenta de que se repetían algunos aspectos entre ellos.


Había situaciones que iban reproduciéndose de manera similar en los pacientes, y una de esas tantas que descubrió fue que el paciente al irse acercando a la muerte vivía un proceso de adaptación a la pérdida, como una suerte de duelo por adelantado; un duelo en el que va entendiendo hacia dónde va, desde que le dan el diagnóstico hasta que llega el momento final. Como un modo de hacer la muerte más llevadera, pues de este lado del mundo (occidental) la muerte no se vive igual que del otro lado (oriental).


Estas etapas que ella planteó magistralmente (la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación) nos han servido a los psicólogos y profesionales de la salud para adaptarlos, por ejemplo, a la relación de pareja y de amistad.


Dichas fases no se viven necesariamente en el orden en el que las voy a mencionar, y no necesariamente se viven todas, pero siempre vamos a apuntar a que lleguemos a la aceptación. 


Quedando explicadas de la siguiente manera:


Negación. Cuando no puedo aceptar que lo que pasó, pasó. El típico: “Me escribió mi pareja y me dijo ‘vamos a terminar’” y tú dices: “No, no puede ser, esto no me puede estar pasando a mí” y quieres tener otra conversación y hablar con esa persona. Ahí empezamos a tener conductas y actitudes que traten de reparar o sostener el vínculo. 


Ira. Una etapa en la que hay que prestar atención, porque la ira encubre la tristeza que realmente tenemos.


¿Cuándo sentimos ira? Cuando estamos ante una injusticia. Yo estoy percibiendo como injusto que la relación está terminando, y esa nocividad puede hacer, primero, que me vengue de la otra persona: el típico “fui y le rayé el carro”, “fui y le aparecí donde estaba con la nueva novia”, etc. y, segundo, cuando esa ira se viene hacia adentro en forma de culpa, cuando empiezo a responsabilizarme de todo: “Es que terminamos por esto”, “porque yo hice esto”, “porque yo dije esto”, “porque si yo no hubiese dicho…”. En esta etapa pareciéramos no hablar en tiempo presente, sino que nuestro discurso parece estar muy anclado en el pasado.


Es importante tener cuidado con la ira. Es válido que te molestes, que esto te duela profundamente, pero tengamos cuidado con cómo nos relacionamos con la culpa y con esa ira que es preferible no expresar a la persona de forma abierta. Y en caso de necesitar hacerlo, optar por la asertividad es el modo más adecuado. 


Negociación. Cuando empiezo a reubicar en mi rutina qué voy a hacer con mi vida. Los viernes eran de ir a probar restaurantes, ahora, ¿qué hago los viernes? Los domingos eran de quedarnos viendo series, ¿qué voy a hacer yo los domingos? Y empezar así a crear una nueva rutina.


Depresión / tristeza. Vivimos las emociones displacenteras como si se tratara de una depresión: siento una falta de interés generalizada; siento que mi ánimo está alterado; mi sueño está alterado; mi apetito también, no tengo ganas de comer o siento mucho deseo de comer; me siento triste, decaída, baja de ánimos.


Hay que tener cuidado con esta etapa porque puede cursar en una depresión o duelo patológico si no la atiendo, me valido, me permito hablar y todo lo que necesite hacer para sobrellevarla. 


Aceptación. Cuando esa persona no te da ni frío ni calor, no hay una vinculación emocional dolorosa con la persona. Yo puedo hablar de la persona sin necesariamente vivir todas las emociones y sensaciones que mencionaba anteriormente. 


El trabajo realizado por Elisabeth nos permite al día de hoy entender mejor qué sentimos al momento de vivir una ruptura amorosa o el fin de una etapa en nuestras vidas, acercándonos a una vivencia más consciente de estas situaciones. Permítete sentir y vivir cada parte del proceso. El duelo es como un viaje en tren y para llegar a la última estación nos toca haber pasado por todas las anteriores.


Referencias bibliográficas:


- Kübler-Ross, E. (1994). Sobre la muerte y los moribundos (4a ed.) (Daurella, Trad.).

Barcelona, España: Grijalbo.

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