Por Olga Valderrama.
Cuando se habla de organizar, la primera imagen que se me viene a la cabeza es la de un cuarto luminoso y limpio, con un closet bien cerrado y al abrirlo todo está doblado en su lugar. El criterio para guardar todo es el mío, es decir, con base en la frecuencia de uso.
A veces quisiera poder arreglar mis emociones como lo hago con mi armario, pero he tenido que aceptar que no funciona así: las emociones NO son objetos sin vida que yo coloco y utilizo en función de MI NECESIDAD. Por el contrario, son entes con vida y criterio propio.
Los titanes son representados en la cultura popular como una masa sin forma con una fuerza inconmensurable, con una gran dificultad para expresarse. Eran capaces de arrasar con pueblos enteros en su descontrol. Para mí, son una gran metáfora de cómo son las emociones: masas sin forma con una gran fuerza que nacen desde lo más profundo de nosotros, y que se controlan por un criterio que desconocemos, por ende, atemorizan. Son una mezcla de fuerzas desconocidas y que funcionan bajo su propio criterio, es decir, una lógica diferente que no manejamos.
¿Cómo puede esto doblarse y meterse en un closet? Sé que eso es lo que intentamos hacer a veces con nuestras emociones: encerrarlas para que “no molesten”. Lo que sucede es que no da el resultado esperado debido a que eso es físicamente imposible. No las manejamos a nuestro antojo, ellas poseen vida propia.
Organizar también puede definirse como: «Establecer o reformar algo para lograr un fin, coordinando las personas y los medios adecuados» (RAE, 2020). Tomando esto en cuenta, diría que. al igual que con los titanes, una manera de organizarlas es brindarles una forma, así son más fáciles de manejar y conocer. De esta manera, podemos tener un criterio compartido que sea una guía para conocernos.
Nadie te conoce como TUS EMOCIONES, por lo que considero que lo más sabio es conocerlas, darles un espacio “consciente” en tu vida, intentar escucharlas y darles forma, ampliando así TU CRITERIO con el conocimiento de ti que ellas poseen. En este caso, conocer permite organizar.
Utilicemos como ejemplo la rabia para pasar por varios pasos que nos permita organizarla:
Saber cómo es la expresión corporal que mantienes cuando aparece la rabia (sudoración, dolor de pecho, etc.), te permite aceptar que ella existe. Al ella sentirse reconocida te conectas con una parte tuya que ella te presenta.
Sentir esas expresiones corporales te permiten conectar con ella.
Introducir tus ideas acerca de ella te permitirá hacerla consciente y convertirla en un SENTIMIENTO con forma y nombre con la que se puede trabajar.
Al tener nombre y forma podemos conversar con ellas, saber lo que nos quieren decir, pero también criticarlas de manera constructiva, sin que se sientan atacadas. Construir un criterio común.
Tener un criterio común te ayuda a saber cómo actuar en las diferentes situaciones en las que la rabia aparezca.
Este intercambio hace que sea más fácil reconocerla y conversar con ella la próxima vez que aparezca. Dejar de temerle y verla como una buena amiga, que trae buenos consejos para ti.
Esto se puede hacer con todas las emociones: dejar de verlas como masas amenazantes, sin forma ni sentido, separarlas y darles una forma a cada una para poder trabajar junto con ellas de una manera efectiva.
Eso forma parte del trabajo que hacemos en la psicoterapia.
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