Por Olga Valderrama.
Reflexionar, para mí, es ya parte de la cesta básica: comer, ducharme, trabajar, dormir, divertirme, reflexionar… Pero no siempre ha sido así, de hecho, hay temas en los que todavía me cuesta.
El ser humano posee algo que lo diferencia de los otros animales: su cerebro. ¡La potencialidad de este es infinita! Y una de sus cualidades es poder REFLEXIONAR.
Al ser humano lo educan para HACER (acciones concretas y observables), no para SER. Por eso huye del espacio reflexivo como si fuera algo malo, porque la acción no es observable, solo se necesita pensar. Ahora, no es tan fácil como simplemente sentarse a producir ideas al azar… Reflexionar es un arte que se aprende con la práctica.
¿Sabías que la inteligencia emocional se encuentra estrechamente ligada a la capacidad de reflexionar?
En mi opinión, una TRANSFORMACIÓN en cualquier área es consecuencia directa de una reflexión.
¿Qué implica un proceso reflexivo?
Introducir ideas sobre un tema y que estas te permitan modificar tu manera de percibir la situación. Por consiguiente, eso lleva a un cambio en tu manera de pensar y, subsecuentemente, en tus emociones (este proceso puede ser a la inversa: primero el cambio en las emociones y, luego, en el pensamiento).
Eso llevará a un cambio en TU COMPORTAMIENTO: tomarás acciones o dejarás de ejecutarlas siendo consecuente con tu nueva manera de pensar y sentir.
Existen 2 grandes tipos de procesos reflexivos:
Reflexión interna: una conversación que mantienes contigo, donde puedes escuchar tus emociones y pensamientos. Además de eso, producir nuevas ideas que traten de contener, responder, sacar conclusiones, modificar y/o memorizar las anteriores.
Es la mejor herramienta para conocerte, aprender de tus logros y tus errores. Si dedicamos 15 minutos diarios a este espacio interno, nos evitaríamos muchas malas decisiones y emociones disfóricas.
¡Nadie te conoce mejor que tú! Aunque no lo sepas. El tema es que no nos escuchamos, no dedicamos tiempo para mantener una acción NO visible para CONOCERNOS. Eso solo es posible a través de la reflexión, que te llevará a una crítica constructiva.
Reflexión externa: puede ocurrir cada vez que intercambiamos ideas con otras personas. Aclaro que puede ocurrir porque va a depender de tu posición en la conversación.
Un debate es un espacio donde puedo introducir nuevas ideas que provienen de otros, y usarlas en mi espacio interno, pero si entro a la conversación sin la capacidad de escuchar y apreciar ideas diferentes (así sea para luego desecharlas), será como ver la lluvia caer y no apreciar todo lo positivo que trae a nuestras vidas.
Dejemos de culpar a nuestros padres, hermanos, parejas, entre otros, de lo que nos ocurre. Todos tenemos a nuestra mano esta herramienta maravillosa que es la reflexión. ¡Aprendamos a usarla!
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